Durante un trayecto
de 10 horas en autobús, el conductor suele hacer varias paradas para
ir al baño, comprar algo de comida, o simplemente estirar las
piernas. En uno de estos descansos conocí a una pareja de viajeros,
Davide e Irene, a la que siempre agradeceré la pashmina
que me dejó para protegerme del frío del autobús. Me estuvieron
comentando sus impresiones de lo que llevaban de viaje. Algunas me
entusiasmaban, pero otras me preocupaban un poco. Especialmente
cuando apareció la pregunta del millón: “¿Has reservado hotel?”.
Y es que, por lo visto, conseguir un alojamiento decente a un precio
razonable en Myanmar no es tarea fácil. Al ser un país que se ha
abierto recientemente al turismo, no tiene aún una infraestructura
hotelera suficientemente preparada para acomodar a todos los viajeros
que siguen visitando sin pausa este lugar. Es por ello que las
opciones son muy limitadas y haya que conformarse con cualquier
cuchitril, a pesar de estar pagando una buena pasta (el precio medio
para una habitación individual está entre 10 y 15 dolares).
La cosa se complica
si se llega al destino de turno a las 3 de la mañana, como nos pasó
a nosotros en Bagan. Para colmo, hacía un frío que pocos esperaban
(yo seguía acurrucado en la pashmina
de Irene) y no había nada abierto donde poder tomar un cafelito para
entrar en calor. Por fortuna, tras varios intentos fallidos,
encontramos un hostal (el Pynsa Rupa) donde nos abrieron la puerta y
nos dejaron tumbarnos en los sofás de recepción hasta que
amaneciera. Pudimos conseguir una habitación triple para ese día
por 30 dolares, lo que no está mal si tenemos en cuenta que Bagan es
uno de los lugares más turísticos de Myanmar (el equivalente a lo
que pueden ser los templos de Angkor en Camboya).
Bagan no es exactamente una
ciudad o un pueblo concreto, sino que se trata más bien de tres
pueblecitos (Nyaung U, Old Bagan y New Bagan) entre los cuales podéis
encontrar infinidad de templos budistas esparcidos por sus
alrededores, además de monasterios, y antiguos edificios
administrativos, la mayoría abandonados. Desde Nyaung U, que es
donde se localizan la mayoría de hostales y hoteles, y la parada de
autobús, se puede ir hasta Old Bagan en bicicleta, en coche de
caballos o a pie, y por el camino, uno se va parando donde considere
adecuado. El consejo es que, al tratarse de más de 4000 templos, os
hagáis con un buen mapa y seáis selectivos en cuanto a los lugares
a visitar, aunque atentos porque, a veces uno encuentra sorpresas en
puntos que no aparecen en las principales guías de viajes.
La furgoneta compartida, otra posible opción de transporte
En mi primer día en Bagan, fui pateando desde Nyaung U hasta Old Bagan, y luego hasta la aldea de Myinkaba, en la ruta hacia New Bagan. Por el camino, me fui deteniendo en lugares estratégicos, como el templo de Thatbyinnyu (el templo más alto, con unas vistas formidables), o el templo de Ananda, el más venerado de la zona, con sus cuatro Budas mirando hacia los cuatro puntos cardinales.
En mi primer día en Bagan, fui pateando desde Nyaung U hasta Old Bagan, y luego hasta la aldea de Myinkaba, en la ruta hacia New Bagan. Por el camino, me fui deteniendo en lugares estratégicos, como el templo de Thatbyinnyu (el templo más alto, con unas vistas formidables), o el templo de Ananda, el más venerado de la zona, con sus cuatro Budas mirando hacia los cuatro puntos cardinales.
Templo de Ananda
Una de los mejores
momentos del día tuvo lugar en la pagoda de Manuhar, cerca de
Myinkaba, cuando dos señores mayores, que se supone que cuidaban del
lugar, me invitaron a sentarme con ellos a beber un té y echar un
cigarro. A pesar de las barreras lingüísticas (ninguno podíamos
hablar la lengua del otro), no había en absoluto ningún tipo de tensión ni incomodidad, y se podía percibir ese sentimiento puro de hospitalidad
sin esperar nada a cambio, una constante en todo el viaje. Que buen
rollo me dieron esos tipos, y que pena no poder cruzar con ellos ni
una frase en birmano.
Para rematar esta primera
jornada, me fui al templo de Shwesandaw (el llamado “sunset
temple”), famoso por la espectacular puesta de sol que se disfruta
desde su azotea. Lo malo es que enseguida se abarrota de gente, con
lo que es recomendable coger sitio al menos una hora antes (el sol se
pone a las 6 por estos lares). Según me dijeron, hay otras pagodas
cercanas desde donde la vista es igual o incluso mejor.
El resto del día
hasta que me acosté, estuve intentando conectarme a Internet para
decirle a Lucia (con la que se se supone que me encontraría al día
siguiente) el hostal donde me alojaba. Ninguno de los dos teníamos
tarjeta telefónica de Myanmar (¡me dijeron que la más barata
costaba cerca de 100 dolares para extranjeros!), así que solo
podíamos mantenernos en contacto a través de la red. Pero en Bagan,
no es que Internet sea lento, es que directamente los encargados de
los cyber
te dicen que no tienen conexión, y a saber cuando habrá. Suerte que
Davide encontró wifi en
un bar, y me dio tiempo a informar a mi compañera de viaje donde nos
podríamos encontrar. Si no, quien sabe dónde, cuándo y cómo nos
hubiéramos encontrado. Es en estas situaciones cuando uno se da
cuenta de hasta que punto dependemos de las nuevas tecnologías. Más
vale hacer caso del siguiente cartel que encontré a la puerta de uno
de los templos, donde se resume parte de la esencia de esta aventura:
No hay comentarios:
Publicar un comentario