lunes, 25 de marzo de 2013

Día 9: Cargando baterías

Hasta el último instante en Meiktila tuvimos que andar discutiendo por el transporte. Tras una ardua búsqueda, finalmente logramos encontrar un autobús local que salía rumbo a Kalaw. Una tartana motorizada que andaba a marchas forzadas, pero donde tampoco nos libramos de pagar un poco más solo por ser extranjeros. Refunfuñando nos acomodamos en nuestros asientos, listos para el que sería, sin duda, el peor trayecto que hicimos en todo el viaje por Myanmar. Entre Meiktila y Kalaw hay unos 110 kilómetros, pero se tarda medio día en recorrerlos. El estado de la carretera es pésimo y la mayor parte de los tramos son curvas, ya que pasamos por zonas de montaña. No muy recomendable para los que se marean con facilidad.


















Por fin, unas horas antes de ponerse el sol, llegamos a Kalaw, localidad que se halla a más de 1300 metros de altitud. Esto hace que su clima sea sensiblemente más fresco, especialmente por la tarde y a primeras de horas de la mañana, algo que agradecimos sobremanera tras el calor durante la primera semana. Antes del anochecer, aún tuvimos tiempo de dar una vueltecita por el pueblo, pasando por el mercado central y algunas pagodas.

































La principal razón por la que, tanto nosotros como la gran mayoría de viajeros, viene a Kalaw, es porque se trata del centro principal desde donde se organizan las principales rutas de senderismo del país, siendo la más popular la que va desde aquí hasta el lago Inle. Guiados por los consejos de otros viajeros, decidimos probar suerte en Lily Guest House, un hostal regentado por una familia de sijs. Aquí nos encontramos con Robin, el dueño del local , que nos cayó muy bien y nos explicó con todo detalle la ruta de 3 días que organizaba, y que decidimos hacer. Tanto el precio de la habitación (7 dolares la doble, una ganga) como del itinerario nos parecieron adecuados. Más adelante se demostraría que de verdad valió la pena apostar por este lugar, que desde aquí también os recomiendo si os van las caminatas campestres.






















































Antes de acostarnos, hicimos los últimos preparativos sobre que llevar a la excursión. Lo fundamental, un calzado cómodo y adecuado para caminar por todo tipo de terrenos, y algo de abrigo porque de noche hace bastante rasca. Por supuesto, también echad mano de la protección solar, y papel higiénico (nunca se sabe cuando os puede venir el apretón). Conviene hacerse con una mochila pequeña o un bolso, para no ir cargando todo el mochilón todo el camino. Todo aquello que no vayáis a necesitar, los organizadores se encargan de llevarlo a un hostal en el punto de destino, donde podréis recogerlo antes de continuar vuestro camino.

El aire fresco de Kalaw nos ayudó a recuperar energías y mantener las ganas de seguir correteando, después de los últimos contratiempos. Reposados, relajados y con mejores ánimos, nos quedamos durmiendo enseguida, con ganas de comenzar la que sería la etapa más bonita de nuestro periplo birmano: el camino al lago Inle.





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