viernes, 15 de marzo de 2013

Día 6: No diga pagoda, diga Shwedagon



El segundo día de nuestra etapa en Yangón, lo empezamos de compras en uno de los mercados más populares de la ciudad, el Bogyoke Market, no muy lejos de la estación de ferrocarriles. Para los que quieran comprar recuerdos, este es sin duda el mejor lugar (en Mandalay y otros lugares, la oferta es más limitada y hay menos variedad). También es un sitio al que los turistas suelen acudir para cambiar dinero en el mercado negro. Aquí fue donde yo me compré mi lungi, una especie de pareo que casi todo el mundo viste en Myanmar, tanto mujeres como hombres. A partir de este momento, lo estuve llevando puesto por todas partes, casi todos los días. Es una prenda muy cómoda y fresca para este tipo de latitudes, y muy práctica a la hora de visitar los baños birmanos (que en la mayoría de los casos, suelen ser tipo agujero en el suelo). Aquí os dejo un enlace a un video que nos explica (en inglés) como se lo ponen los hombres (las mujeres llevan el nudo al costado): http://www.youtube.com/watch?v=faBYdhZsZms





Pagoda de Maha Vizaya

La mayor parte de la jornada la pasamos en el principal santuario religioso de Myanmar y uno de los sitios que, en mi opinión, uno no debería perderse al visitar este país: la pagoda Shwedagon. Es un lugar único, precioso, con una atmósfera mágica, donde uno puede tirarse horas dando vueltas alrededor de la estupa principal, saltando de templete en templete, y deleitándose con el colorido de los monjes y monjas que acuden en peregrinación. La entrada vale 10 dolares, y al pagar te dan una pegatina que hay que enseñar para que te dejen entrar. Así que, ¡truco!, si le echáis cara (como hicimos nosotros), abordáis a cualquier otro turista que salga del recinto con la pegatina puesta, y le pedís amablemente que os la dé, en ese caso pasáis gratis y os ahorráis pagarle 10 dolares a un gobierno militar y corrupto, ¡toma ya!





La estructura de Shwedagon es en forma de cruz, y en cada extremo hay una entrada (o salida según se mire). En el centro se alza una imponente estupa dorada de 98 metros de altura, en cuyo interior se supone que se guardan algunas reliquias que pertenecieron a Buda, como algunos ropajes y parte de su cabellera. La parte más alta está coronada por piedras preciosas y un valioso diamante, que crea bonitos efectos de luz al caer los rayos de sol, especialmente al atardecer, la mejor hora para visitar el recinto. Alrededor hay pequeños templos con estatuas de Buda en su interior, donde los devotos se detienen a rezar, o simplemente reposar y disfrutar del espectáculo.



































Al salir de uno de los templos, nos encontramos con un chaval que hablaba muy bien español, y que nos dijo que trabajaba de guía con turistas españoles. Nos pareció muy buena gente, la verdad, y nos pidió que si podía recomendarle a futuros visitantes. Así que aquí os dejo su e-mail, por si alguien se ve necesitado de este servicio: surananda@gmail.com. Antes de irnos, ocurrió la anécdota del día, cuando un equipo de reporteros de un programa de televisión birmano nos detuvo para hacer una pequeña entrevista sobre nuestra experiencia en Myanmar. Una vez más queda demostrado que tengo como un imán para este tipo de cosas, con cámaras de televisión por medio...


Al caer la noche


Con un estupendo sabor de boca, salimos de Shwedagon de vuelta a casa de Colin, a la que llegamos tras un nuevo desafío en forma de autobús local birmano. Esa noche nos despedimos de nuestro genial anfitrión que, antes de irnos, nos mostró parte de sus habilidades con las cariocas de fuego (o poi) (aquí lo podéis ver en acción es un maquina: http://vimeo.com/58770569). Y hasta aquí lo que dio de si Yangon, una gran ciudad que no se puede obviar en ningún circuito por Myanmar. A la mañana siguiente nos esperaba otro autobús de larga distancia, esta vez hacia Meiktila, mucho menos turístico, pero digno de ver. Más en el próximo episodio.





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