El último día que
pasamos en Bagan, Lucia y yo decidimos aventurarnos por la zona
conocida como Llanura Central, a la que se llega tomando la carretera desde Nyaung U
hacia el aeropuerto. El punto de referencia para llegar a los
principales templos de este área, es la “Bagan Viewing Tower”,
un engendro que hace las veces de mirador, que hace daño a la vista,
pero que os sirve como guía para encontrar el camino, ya que se ve
desde todas partes. Dejando a la derecha la nefasta torre, empiezan a
aparecer los puntos interesantes, como la pagoda de Izagawna, donde
aún se conservan algunos frescos, y el templo de Thambula.
Por el camino, entre
templo y templo, a Lucia y a mí, que por las mañanas solemos
desayunar lengua, no nos faltaron los temas de los que hablar. Esto,
la verdad, es que fue así todo el viaje, parecía que nos iban dando
cuerda. Para reposar, parábamos de vez en cuando dentro de alguna
pagoda, donde se estaba fresquito, o en la terraza de algún
puestecillo de comida, a relajarnos tomando té (en Myanmar, en todos
los bares te ponen una jarra con té gratis y dos vasitos que puedes
llenarte las veces que quieras, ¡que no os lo cobren!).
Momento té con Aung San Suu Kyi como testigo |
El último templo
que visitamos, y quizás también el más bello del día, fue el de
Sulamani. Construido en el siglo XII, este templo era conocido como
la joya de la corona y sirvió de inspiración para otras
construcciones posteriores en Bagan. Lo que más nos gustó fueron
los frescos en su interior, muy bien conservados dentro de lo que
cabe. Nos llamó la atención el estado en el que se encontraban la
mayoría de las pagodas que habíamos visitado, con trabajos de
restauración muy pobres y restos arqueológicos totalmente
descuidados. El motivo principal es la falta de fondos y expertos
asignados a la tarea de conservación. Para colmo, la Unesco no
incluye esta joya dentro de su Patrimonio de la Humanidad, con la
consiguiente falta de protección y apoyo económico y logístico.
Una gran lástima.
Esa misma noche,
horas después de regresar al hotel, salimos hacia Yangon, al sur de
Myanmar, en un autobús nocturno que nos dejaría en nuestro destino
al cabo de 10 horas. Esta vez tomé precauciones y no pasé el frío
del primer trayecto hasta Bagan. Aún así, tampoco pude pegar ojo en
todo el viaje. Por un lado, apenas tenía espacio para mis piernacas,
y por otro, había un grupillo de monjes a nuestra vera que, habían
cogido frío (claro, si van medio en bolas) y no paraban de
estornudar y sonarse los mocos. El único punto bueno fue que tuvimos
nuestro primer contacto con el dulce de leche de Myanmar, una especie
de pasta blanca dulce, que nos enganchó a la primera. Me traje dos
paquetillos más a China de recuerdo, y me duraron dos tardes. Una
delicia que nos alegró parte del camino.
Hoola figura, te tengo abandonao pero estoy flipando con tu aventura birmana. Me alegro que te lo hayas pasado en grande. Un besito y nos vemos pronto.
ResponderEliminarParabaraba parabaraba
Ese tocayo! no importa el tiempo que haga que no te lea (ni te vea), pero siempre alegra mucho saber que estás ahí. Este verano tenemos que organizar algo en España.
ResponderEliminarNos vemos!
super super viaje!
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