sábado, 9 de marzo de 2013

Día 4: Templos, sudor y arena

El último día que pasamos en Bagan, Lucia y yo decidimos aventurarnos por la zona conocida como Llanura Central, a la que se llega tomando la carretera desde Nyaung U hacia el aeropuerto. El punto de referencia para llegar a los principales templos de este área, es la “Bagan Viewing Tower”, un engendro que hace las veces de mirador, que hace daño a la vista, pero que os sirve como guía para encontrar el camino, ya que se ve desde todas partes. Dejando a la derecha la nefasta torre, empiezan a aparecer los puntos interesantes, como la pagoda de Izagawna, donde aún se conservan algunos frescos, y el templo de Thambula.

































Por el camino, entre templo y templo, a Lucia y a mí, que por las mañanas solemos desayunar lengua, no nos faltaron los temas de los que hablar. Esto, la verdad, es que fue así todo el viaje, parecía que nos iban dando cuerda. Para reposar, parábamos de vez en cuando dentro de alguna pagoda, donde se estaba fresquito, o en la terraza de algún puestecillo de comida, a relajarnos tomando té (en Myanmar, en todos los bares te ponen una jarra con té gratis y dos vasitos que puedes llenarte las veces que quieras, ¡que no os lo cobren!).

Momento té con Aung San Suu Kyi como testigo
















 
































El último templo que visitamos, y quizás también el más bello del día, fue el de Sulamani. Construido en el siglo XII, este templo era conocido como la joya de la corona y sirvió de inspiración para otras construcciones posteriores en Bagan. Lo que más nos gustó fueron los frescos en su interior, muy bien conservados dentro de lo que cabe. Nos llamó la atención el estado en el que se encontraban la mayoría de las pagodas que habíamos visitado, con trabajos de restauración muy pobres y restos arqueológicos totalmente descuidados. El motivo principal es la falta de fondos y expertos asignados a la tarea de conservación. Para colmo, la Unesco no incluye esta joya dentro de su Patrimonio de la Humanidad, con la consiguiente falta de protección y apoyo económico y logístico. Una gran lástima.
























Esa misma noche, horas después de regresar al hotel, salimos hacia Yangon, al sur de Myanmar, en un autobús nocturno que nos dejaría en nuestro destino al cabo de 10 horas. Esta vez tomé precauciones y no pasé el frío del primer trayecto hasta Bagan. Aún así, tampoco pude pegar ojo en todo el viaje. Por un lado, apenas tenía espacio para mis piernacas, y por otro, había un grupillo de monjes a nuestra vera que, habían cogido frío (claro, si van medio en bolas) y no paraban de estornudar y sonarse los mocos. El único punto bueno fue que tuvimos nuestro primer contacto con el dulce de leche de Myanmar, una especie de pasta blanca dulce, que nos enganchó a la primera. Me traje dos paquetillos más a China de recuerdo, y me duraron dos tardes. Una delicia que nos alegró parte del camino.



3 comentarios:

  1. Hoola figura, te tengo abandonao pero estoy flipando con tu aventura birmana. Me alegro que te lo hayas pasado en grande. Un besito y nos vemos pronto.
    Parabaraba parabaraba

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  2. Ese tocayo! no importa el tiempo que haga que no te lea (ni te vea), pero siempre alegra mucho saber que estás ahí. Este verano tenemos que organizar algo en España.

    Nos vemos!

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