jueves, 21 de marzo de 2013

Día 8: Pisto birmano

El segundo día en Meiktila decidimos empezarlo con una visita al mercado principal. Nuestra misión era encontrar los ingredientes para preparar una buena olla de pisto para nuestros anfitriones, y agradecer así su hospitalidad. La búsqueda no fue muy complicada y enseguida hicimos acopio de todo lo necesario para elaborar tan suculento plato. El mercado era un auténtico caos, con viandantes entremezclados con vehículos de todo tipo, en una algarabía de pitidos, voces, lechugas, hojas de té y mujeres maquilladas con thanaka, una especie de crema amarilla que se obtiene de la corteza de un árbol. Es el cosmético por excelencia en Myanmar, y también es usado como protección solar.





Hasta este momento, las cosas habían ido bastante bien en nuestro viaje, no había habido apenas contratiempos y todo marchaba como la seda. En Meiktila, no puedo decir que fue un desastre, pero si que tuvimos la ocasión de toparnos con la cara negativa de cualquier país en el que el capital extranjero comienza a entrar y ser turista es sinónimo de cartera con patas. Ocurrió cuando fuimos a la estación de autobuses en busca de un billete que nos llevara a Kalaw, nuestro siguiente destino. A la frustración que supone que la gente no entienda tu lengua (ni tú la suya) y te indiquen la dirección que no es, había que sumarle el calor que hacía a esas horas, y el tráfico caótico en cualquier rincón. Pero bueno, estos son factores esperables y se superan de una u otra forma. Lo verdaderamente jodido es cuando la gente te da una información falsa con el fin de sacarte los cuartos, solo por el simple hecho de ser extranjero. Es muy complicado obtener una información veraz en Myanmar en cuanto a transportes públicos se refiere. Casi todo el mundo en las estaciones está compinchado con alguien que lleva compañía de autobuses turísticos, e intenta atraerte, enredándote, y ocultándote horarios, o simplemente negando la existencia de otras opciones de viaje más económicas. De una u otra manera, se acaba pagando más que cualquier local y hay que aguantarse. Menos mal que siempre nos quedará bebernos un zumo de “Aligator Peer” para relajarnos.

En realidad es zumo de aguacate.




















Estación de tren. Aquí la tarifa para extranjeros es también más cara.


Así son los viajes, con momentos mágicos para enmarcar y otros lamentables, de los que tampoco hay que olvidarse. De todo se aprende y todo es parte inseparable de la aventura del viajar y recorrer mundo. Myanmar es un país precioso, lleno de gente maravillosa y encantadora, pero que también empieza a ver nacer un tejido de estafadores, buscavidas y charlatanes, que mucho me temo seguirá creciendo de forma proporcional a la cantidad de extranjeros que empiecen a visitarlo. Buenos, no tan buenos, espirituales, corruptos, hospitalarios, suspicaces....Este lugar es un picadillo de todo, como el pisto, que al final nos salió riquísimo y todos disfrutaron mucho del mismo. Con el sabor del pimiento verde que se repite acabó nuestra aventura en Meiktila, donde experimentamos los peores momentos del viaje, pero también conocimos a gente genial, como el monje Uvi, o el entrañable Mijail. Al menos por ellos valió la pena pasar por este rincón del mundo.



















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