El
segundo día en Meiktila decidimos empezarlo con una visita al
mercado principal. Nuestra misión era encontrar los ingredientes
para preparar una buena olla de pisto para nuestros anfitriones, y
agradecer así su hospitalidad. La búsqueda no fue muy complicada y
enseguida hicimos acopio de todo lo necesario para elaborar tan
suculento plato. El mercado era un auténtico caos, con viandantes
entremezclados con vehículos de todo tipo, en una algarabía de
pitidos, voces, lechugas, hojas de té y mujeres maquilladas con thanaka,
una especie de crema amarilla que se obtiene de la corteza de un
árbol. Es el cosmético por excelencia en Myanmar, y también es
usado como protección solar.
Hasta este
momento, las cosas habían ido bastante bien en nuestro viaje, no
había habido apenas contratiempos y todo marchaba como la seda. En
Meiktila, no puedo decir que fue un desastre, pero si que tuvimos la
ocasión de toparnos con la cara negativa de cualquier país en el
que el capital extranjero comienza a entrar y ser turista es sinónimo
de cartera con patas. Ocurrió cuando fuimos a la estación de
autobuses en busca de un billete que nos llevara a Kalaw, nuestro
siguiente destino. A la frustración que supone que la gente no
entienda tu lengua (ni tú la suya) y te indiquen la dirección que
no es, había que sumarle el calor que hacía a esas horas, y el
tráfico caótico en cualquier rincón. Pero bueno, estos son
factores esperables y se superan de una u otra forma. Lo
verdaderamente jodido es cuando la gente te da una información falsa
con el fin de sacarte los cuartos, solo por el simple hecho de ser
extranjero. Es muy complicado obtener una información veraz en
Myanmar en cuanto a transportes públicos se refiere. Casi todo el
mundo en las estaciones está compinchado con alguien que lleva
compañía de autobuses turísticos, e intenta atraerte, enredándote,
y ocultándote horarios, o simplemente negando la existencia de otras
opciones de viaje más económicas. De una u otra manera, se acaba
pagando más que cualquier local y hay que aguantarse. Menos mal que
siempre nos quedará bebernos un zumo de “Aligator Peer” para
relajarnos.
En realidad es zumo de aguacate. |
Estación de tren. Aquí la tarifa para extranjeros es también más cara. |
Así son los
viajes, con momentos mágicos para enmarcar y otros lamentables, de
los que tampoco hay que olvidarse. De todo se aprende y todo es parte
inseparable de la aventura del viajar y recorrer mundo. Myanmar es un
país precioso, lleno de gente maravillosa y encantadora, pero que
también empieza a ver nacer un tejido de estafadores, buscavidas y
charlatanes, que mucho me temo seguirá creciendo de forma
proporcional a la cantidad de extranjeros que empiecen a visitarlo.
Buenos, no tan buenos, espirituales, corruptos, hospitalarios,
suspicaces....Este lugar es un picadillo de todo, como el pisto, que
al final nos salió riquísimo y todos disfrutaron mucho del mismo.
Con el sabor del pimiento verde que se repite acabó nuestra aventura
en Meiktila, donde experimentamos los peores momentos del viaje, pero
también conocimos a gente genial, como el monje Uvi, o el entrañable
Mijail. Al menos por ellos valió la pena pasar por este rincón del
mundo.
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