miércoles, 6 de marzo de 2013

Día 3: El Monte Popa

La mañana de este día vino marcada por el esperado reencuentro con Lucia. Yo ya pensaba que no nos veríamos más, ya que los dos andábamos sin conexión por esos caminos, pero al final allí apareció fragante y sonriente, la que sería mi compañera de viaje los siguientes doce días. Como yo había llegado un día antes, le recomendé visitar la misma área que yo había hecho la jornada anterior, mientras que yo tiraba para otro lugar. Durante el desayuno, había escuchado a un grupo de viajeros que tenían planeado compartir un coche para ir de excursión al monte Popa, un lugar bastante pintoresco, a unos 50 kilómetros de Bagan. Me sonó bien, así que me acoplé a ellos.




El principio de la subida hasta la cima



El monte Popa es un volcán inactivo en cuya cima se halla el monasterio Taung Kalat, que cada año es visitado por miles de peregrinos del país. La cantidad de devotos que recibe es tal que se le conoce con el sobrenombre del Monte Olimpo de Myanmar. Es el principal santuario de los nats, o espíritus que se encuentran en todas las cosas, en los ríos, las rocas, el fuego, etc. Este culto de tipo animista era la religión primitiva en Myanmar hasta que fue asimilado por el budismo. Hoy día se sigue rindiendo culto a estos espíritus, mezclando los rituales arcaicos con los propios del budismo.

Otra particularidad que tiene este lugar es la importante afluencia de monos, que corretean por las escaleras y balconadas en busca de comida. Me recordó a la India, con esos simios ávidos de chucherías, traídas por los turistas. Estos del monte Popa eran un poco más tranquilos y molestaban menos.
































Qué monos que son
Para llegar al punto más alto hay que subir 777 escalones, en los que nos vamos cruzando, aparte de micos, multitud de monjes y vendedores de souvenirs. Las vistas que se disfrutan desde arriba, hacen que la escalada merezca la pena. Aunque, a decir verdad, es más espectacular la imagen que se tiene desde abajo, con el monasterio coronando la montaña.

Se recomienda no vestir ropa roja, ni negra ni verde, ni traer carne de cerdo ya que, según la superstición birmana, podría ofender a los espíritus.





A la vuelta llegó el momento de ponerme al día con Lucía, y planear el resto del viaje que nos quedaba por delante. La idea era pasar un día más en Bagan, y luego a la noche tirar rumbo a Yangon en un autobús nocturno. Todo genial, aunque esa noche la cena al estilo nepalí no me sentó especialmente bien y los retortijones estomacales me dieron los buenos días a la mañana siguiente. ¡Si es que no escarmiento con los currys



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