Como no quería pasarme mis últimos días en Myanmar a la carrera,
decidí pasar una jornada más en Pyin U Lwin, acompañado por el
señor y la señora Chen, que se me unieron en Mandalay. Todos
salimos bien parados de este encuentro. Ellos por disponer de alguien que
les pudiera ayudar con los problemas de la lengua y facilitarles las
cosas, y yo por tener la oportunidad de practicar mi chino a saco,
aunque a veces había más de una palabra que se me atascaba. En definitiva, lo pasamos muy bien juntos y no me hubiera importado viajar con ellos hasta la vuelta a China.
Como en el pueblo apenas nos quedaba ya nada por ver, decidimos
acercarnos a las cataratas de Anisakan, a pocos kilómetros de Pyin U
Lwin. Para llegar, hay que coger un carricoche compartido hasta la
aldea de Anisakan, y de aquí caminar unos 3 kilómetros. El paseo no
es muy duro, aunque conforme se desciende, el terreno se hace más
abrupto y resbaladizo, con lo que se recomienda llevar un buen calzado. La visión
que se tiene al llegar a la base de las cataratas es extraordinaria,
y dan ganas de quedarse allí el día entero admirando este lugar.
Desde que regresamos hasta la hora de cenar, estuve dando vueltas por
el pueblo y reflexionando sobre la situación en la que me
encontraba, viajando con una pareja de jubilados chinos que no
hablaban una palabra de inglés, y siendo capaz de comunicarme con
ellos y ayudarles a resolver problemas relacionados con el viaje,
como buscar un hotel, los horarios de transporte, encontrar un lugar
donde comer bien, etc. Dependían en casi todo momento de mí, y no
les estaba yendo mal. Todo eso me hizo pensar en la posibilidad de
sacar tajada de todo este aprendizaje el día de mañana, y dedicarme
a la labor de guía en España para turistas chinos, ¿por qué no?
Quién sabe lo que acabaré haciendo, pero deberé considerar esta
idea en un futuro próximo (aunque, a decir verdad, preferiría
probar en Sudamérica, ¡sería muy grande!).
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