domingo, 14 de abril de 2013

Día 14: Ciudad de contrastes

Tras la marcha de Lucia, por la mañana temprano, empezaba una nueva etapa del viaje, en la que pasaría 11 días viajando solo por algunos pueblos del norte, en la región Shan. Pero antes de ponerme en marcha hacia esa parte del país, decidí quedarme un día entero en Mandalay, en plan relax, para reponer fuerzas. No tenía ningún plan en mente, simplemente pillé un mapa de la ciudad y me puse a caminar sin más, pasando por mercadillos, pagodas y esquivando los insistentes moto-taxistas que, apostados en cada esquina, no dejan de ofrecerte sus servicios. Al principio pueden resultar un poco cargantes, pero finalmente, tras un par de horas diciendo que no, que no queremos ir en moto, acaba uno por ignorarlos directamente.





Caminar por las calles de Mandalay no es algo especialmente atractivo para el turista. El tráfico es endemoniado, con motoristas apareciendo por cualquier rincón, y apenas espacio en las aceras para los peatones. En esto me recordó en parte a Delhi, aunque mucho menos exagerado y sin vacas sagradas. Me llamó la atención la multiculturalidad de la ciudad, lo que dota de interés el paseo. Aparte de templos budistas por doquier, hay una importante comunidad hindú, con sus característicos templos, algunos sijs, barriadas musulmanas con sus mezquitas y algunas iglesias cristianas.

































Al llegar a las inmediaciones de la estación de trenes, descubrí algunos centros comerciales al estilo occidental, dirigidos a las clases más acomodadas de la ciudad, con tiendas de moda, restaurantes de comida rápida, etc. Me resultó chocante ver todo esto así de golpe. Justo unos minutos antes, había pasado por una calle donde los niños correteaban descalzos, mientras sus madres dormían tendidas en el suelo junto a montones de basura... Un contraste brutal que no presenciaba desde que estuve en la India.

Muy cerca también de la estación hay un restaurante local, donde paré a almorzar No creo que aparezca en ninguna guía de viajes, pero comí de maravilla. Además el dueño es muy buena gente y habla muy bien inglés. Es todo comida local. Si pedís un set, por menos de 2000 kyats os ponen el plato principal que elijáis, acompañado de dos sopas, y otros platillos de verduras (cuidado que algunos pican un montón). Estaba todo riquísimo, casi reviento.

Esta es la entrada del bareto

Por la tarde había quedado con Ona, una chica lituana que también estaba de viaje, y a la que conocí a través de Couchsurfing. Me anime por un momento a retomar mi lituano pero, en cuanto empecé a mezclarlo con palabras rusas, decidí dejarlo. Fuimos a cenar de nuevo al Nay Cafe, donde intercambiamos nuestras experiencias hasta el momento y hablamos de nuestros futuros planes. Ella también tenía pensado ir para el norte, aunque un poco más tarde. Yo, por mi parte, tenía planeado salir a la mañana siguiente, rumbo al pueblecito de Pyin U Lwin, donde comenzaría mi fase solitaria en Myanmar aunque, como veréis en las próximas entradas, al final no me iba a faltar compañía. Lo que casi siempre suele pasar en este tipo de aventuras.



No hay comentarios:

Publicar un comentario