domingo, 7 de abril de 2013

Día 12: Y por fín, el lago Inle

No todos los días puede uno decir que se ha despertado oyendo monjes budistas recitando mantras. Así fue como amanecimos el tercer y último día de “trekking”, en el que llegaríamos a nuestra meta: el famoso lago Inle. En esta jornada, el recorrido se nos hizo bastante ligero y terminamos muy pronto, a eso de las 2 de la tarde. Durante esa mañana, continuamos disfrutando de magníficos paisajes y aprendiendo de las observaciones que de cuando en cuando hacía Robin, que seguía marcando incansable el ritmo de la marcha. Tras los dos días de caminata, las fuerzas del grupo empezaban a flaquear, pero manteníamos el buen humor y las ganas de seguir descubriendo caminos y gente.





Conforme el sendero se va haciendo cuesta abajo, empiezan a vislumbrarse las aldeitas a la orilla del lago Inle. Detuvimos la marcha en Inn Tain, un pueblecito donde nos topamos de lleno con el turismo en masa y aldeanos ávidos de dinero foráneo. Fue un gran “shock” el vernos rodeados de grupos de turistas con ropas inmaculadas, y mercaderes intentando endosarnos un souvenir, tras estos tres días en plena naturaleza, y prácticamente aislados de todo. Tras un rato que aprovechamos para descansar (no habíamos parado apenas desde que salimos del monasterio), llegó la barca que nos llevaría a Nyaungshwe, el poblado principal de la zona y donde se encuentra la mayoría de hostales. Tardamos alrededor de una hora en atravesar el lago. En el trayecto pudimos ver algunos pescadores faenando y mostrando una de las peculiaridades de este lugar, que no es otra cosa que usar un pie para remar. La tranquilidad de las aguas facilitan que mantengan el equilibrio y no se caigan.






No olvidéis protegeros bien del sol, a ver si os va a dar un "malo".


Finalmente, llegamos al hostal donde esperaban nuestras mochilas. Había llegado la hora de despedirnos. Nos dio un poco de penilla el decir adiós, justo cuando más cohesionado parecía el grupo, pero no nos quedaba otra. Fueron 68 kilómetros de camino juntos, compartiendo historias y pensamientos, y apoyándonos para no bajar el ritmo en los momentos más duros. Una experiencia memorable, plena y enriquecedora, gracias al buen ambiente que mantuvimos en todo momento y, por supuesto, a la labor de nuestro guía, el gran Robin de los bosques.
Punto y final.


El lago Inle es uno de los sitios más populares para los viajeros que visitan Myanmar, y hay cantidad de actividades para hacer en sus inmediaciones. La mayoría de la gente pasa aquí de dos a cinco días, pero nosotros, por motivos de tiempo (el vuelo de Lucía salía en dos días) decidimos tirar directamente para Mandalay esa misma noche en un autobús nocturno. Aquí, al ritmo de videoclips de música birmana con los que nos agasajó nuestro conductor, concluyó la etapa más bonita de nuestro viaje, exhaustos pero con un buen puñado de impresiones que tardarán en volar de nuestra memoria.





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