Aeropuerto de Mandalay. Al tiempo que esperaba en la sala de embarque
y me entretenía observando a los viajeros con rumbo a Kunming, en
China, iba repasando mentalmente todo lo acontecido durante este
viaje, uno de los mejores que he hecho nunca. Entrar en Myanmar fue
algo excepcional, casi curativo. Lo vivido y experimentado allí, no
sólo se limita a los lugares visitados ni a la gente tan maravillosa
que me fui encontrando. Fue mucho más allá. Esta experiencia me
ayudó a mejorar mi ánimo y a cambiar en parte mi actitud, dejando
de lado una especie de negatividad que llevaba arrastrando desde hace
meses. Por supuesto que también hubo momentos complicados, como
habéis podido leer, pero en general las luces se impusieron a las
sombras, y la valoración final ha sobrepasado las expectativas.
Al mismo tiempo, mientras una familia china se mantenía enganchada a
sus respectivos I-Phones, sin dialogar nada en absoluto, yo iba
haciéndome la idea del contraste que me encontraría a la vuelta.
Quizás fue eso lo que provocó esta reacción emocional hacia
Myanmar, ese deseo de abandonar China por un tiempo y encontrarme con
una sociedad mucho más sencilla, humilde y amigable. No digo que
donde vivo ahora no existan personas admirables y llenas de bondad y
buenos sentimientos, pero aquí percibo como una especie de halo, en
términos de normas, valores y convenciones sociales, que imbuye a la
gente ciertas actitudes y conductas que llegan a resultar cansinas.
No me quiero ir por los cerros de Úbeda, que para hablar de China ya
tengo otro blog. El caso es que el fuerte contraste y las ganas de
cambiar influyeron en mi juicio sobre este viaje. Aún así, Myanmar
tiene numerosas razones por las que vale la pena visitarlo,
independientemente del país de donde se venga.
No quisiera concluir sin antes agradecer a mi fenomenal compañera de
viaje, Lucía, por ser ella la que me sugirió en un
principio viajar a Myanmar y por los buenos ratos vividos allí.
También (aunque sé que no lo van a leer y, aunque lo hagan, no me
fío del traductor de Google...) a todos aquellas personas que me fui
encontrando en mi camino y me ayudaron de algún modo, tanto con sus
actos como sus palabras. Y por último, a los poquitos que habéis
leído este diario hasta el final, espero que hayáis disfrutado con
la lectura y os animéis algún día a vivir la experiencia birmana,
seguro que no os arrepentiréis lo más mínimo. Esto ha sido todo
(de momento), lo mismo en el futuro hay una segunda visita, no lo
descarto.
Quien
desea viajar rápido toma los viejos caminos.
Proverbio birmano.
Proverbio birmano.
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