He decidido combinar estas dos jornadas de viaje ya que las dos
transcurrieron con bastante calma y sin apenas anécdotas reseñables.
La primera de ellas la pasé casi por completo en el tren, la misma
línea que tome desde Pyin U Lwin (algún día aprenderé a
escribirlo bien sin copiarme) hasta Hsipaw, pero de camino inverso,
con destino a Mandalay. Debido a que el autobús desde Kyaukme salía
demasiado temprano, preferí la opción del tren, aunque esta vez se
me hizo mucho más largo y pesado. Llegué más tarde de lo que
pensaba (tuvimos un par de parones imprevistos por el camino) y, como
el hotel extravió la reserva que había hecho previamente, tuve que
pasar esa noche en el sofá de madera de la recepción. Como nota
curiosa, los recepcionistas eran seguidores del Barcelona y estaban
viendo un partido en diferido contra el Milán, de cuando todavía
jugaba Rivaldo.
A la mañana siguiente, salí con el propósito de hacer las últimas
compras de recuerdos varios para amigos y familiares. Me acompañó
Thae Thae, aquella chica que me encontré en la estación de
autobuses cuando iba camino de Bagan. Ella me ayudó a encontrar
lugares interesantes para ir de compras, como Zeigyo Market, muy
cerca de la torre del reloj, donde se puede encontrar de todo y a muy
buen precio. Ya por la tarde, fui a recoger mi abrigo al centro de
arte de Ángela y a despedirme de ella. Acabamos cenando en un sitio
regentado por su amiga Cai Zhu, donde probé unos tallarines
excelentes. Si visitáis Mandalay, podéis pasar a tomaros algo y
darle recuerdos a la chavala, que me cayó genial. El bar se llama
Shwe Kya Khaing, y está en la calle 35, entre la 67 y la 68 (sí, os
recuerdo que en Mandalay, las calles no tienen nombre).
Satisfecho con los encuentros y las compras (este verano voy a ver a
más de uno luciendo “lungui”...), volví al hotel a preparar la
que sería ya mi última jornada del viaje, en la que planeaba
recorrer algunos lugares destacados en los alrededores de Mandalay.
Las horas pasaban ya cada vez más rápido y sin casi darme cuenta
había llegado casi al final de la aventura. Qué corto se me había
hecho todo.
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