martes, 21 de mayo de 2013

Días 22 y 23: Recta final

He decidido combinar estas dos jornadas de viaje ya que las dos transcurrieron con bastante calma y sin apenas anécdotas reseñables. La primera de ellas la pasé casi por completo en el tren, la misma línea que tome desde Pyin U Lwin (algún día aprenderé a escribirlo bien sin copiarme) hasta Hsipaw, pero de camino inverso, con destino a Mandalay. Debido a que el autobús desde Kyaukme salía demasiado temprano, preferí la opción del tren, aunque esta vez se me hizo mucho más largo y pesado. Llegué más tarde de lo que pensaba (tuvimos un par de parones imprevistos por el camino) y, como el hotel extravió la reserva que había hecho previamente, tuve que pasar esa noche en el sofá de madera de la recepción. Como nota curiosa, los recepcionistas eran seguidores del Barcelona y estaban viendo un partido en diferido contra el Milán, de cuando todavía jugaba Rivaldo.



A la mañana siguiente, salí con el propósito de hacer las últimas compras de recuerdos varios para amigos y familiares. Me acompañó Thae Thae, aquella chica que me encontré en la estación de autobuses cuando iba camino de Bagan. Ella me ayudó a encontrar lugares interesantes para ir de compras, como Zeigyo Market, muy cerca de la torre del reloj, donde se puede encontrar de todo y a muy buen precio. Ya por la tarde, fui a recoger mi abrigo al centro de arte de Ángela y a despedirme de ella. Acabamos cenando en un sitio regentado por su amiga Cai Zhu, donde probé unos tallarines excelentes. Si visitáis Mandalay, podéis pasar a tomaros algo y darle recuerdos a la chavala, que me cayó genial. El bar se llama Shwe Kya Khaing, y está en la calle 35, entre la 67 y la 68 (sí, os recuerdo que en Mandalay, las calles no tienen nombre).



Satisfecho con los encuentros y las compras (este verano voy a ver a más de uno luciendo “lungui”...), volví al hotel a preparar la que sería ya mi última jornada del viaje, en la que planeaba recorrer algunos lugares destacados en los alrededores de Mandalay. Las horas pasaban ya cada vez más rápido y sin casi darme cuenta había llegado casi al final de la aventura. Qué corto se me había hecho todo.


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